viernes, 18 de julio de 2014

CUENTO DE AMOR

               “Nací cuando ella me besó, morí cuando me abandonó, viví durante unas semanas mientras me amó…”


        Día tras día me levantaba, cinco minutos después de que sonase el despertador, me afeitaba casi sin mirarme al espejo, vestía mi traje gris, colocaba el nudo de la corbata en el ascensor y acudía al trabajo en el metro con suerte sentado leyendo el periódico apoyado en el maletín. Diez paradas, un transbordo y ocho horas programando, con los ojos del director en mi nuca y los míos en la pantalla del ordenador.
          Diez años se fueron, renovaciones de contratos, vacaciones pagadas, no veía otra cosa mejor que hacer que estar allí. Así hasta que Soledad tropezó en mi pierna cuando me desperezaba decidiendo si tomaba un café o no. Al ayudarla a incorporarse sentí una descarga en todo mi cuerpo que sin poder controlar se transformó en la sonrisa más luminosa que había regalado nunca.
          Soledad estaba sustituyendo a María, a la que yo no prestaba ya atención, discreta siempre y parte de mi rutina de saludos diarios, sin rostro. Pero ella consiguió que mis días en la oficina se hiciesen entonces más cortos y en casa largos. Intenté que tropezase más veces y soñé despierto todas las noches con el beso que algún día me daría.  Cuatro semanas hasta que volvió María. Entonces dejé de llegar puntual a la oficina, si iba olvidaba alguna vez el maletín, incluso la corbata…Seguí viéndola todas las noches, decidí entonces quedarme en casa, esperando su presencia también de día. Bajé persianas para alargar las noches y cerré los ojos para soñar sus besos…








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