Soledad de hombre en urbe,
a su lado risas
y él con su sombra
en silencio obligado.
De manos vacías,
más
tras acercar al niño aquella pelota
que había llegado a sus pies.
De pies cansados
en largos paseos
intentando ganar la batalla
al tiempo que no pasa.
De ojos llenos de letras impresas
en viejos libros
en lugar de palabras amigas.
De caricias olvidadas de madre
y lleno de sonrisas al niño;
de lágrimas de años.
Soledad de viejo.
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