lunes, 21 de septiembre de 2015

Anhelo

     Se encogía las noches de invierno cubierto de nieve, que resbalaba por su espalda lanzado por la máquina infernal, sucia e hiriente con aristas afiladas.
     Se había esforzado tanto en ser invisible que apenas reparaban en él. Damián, un leonés a punto de jubilarse era el único que cuidaba de su aspecto. Había llegado a la vez que él a aquella región aislada y agreste que separaba más que unía a dos provincias con tantas y a la vez tan pocas cosas en común.
     Damián no quiso abandonar su obra y buscó trabajo en la empresa de conservación de las vías que le cedió una modesta vivienda cercana al prque en la que veía pasar las estaciones y los vehículos, como pinceladas aisladas de color. Sentado en el porche coleccionaba pausas interminables entre un vehículo y otro.
     Iba una vez por semana a la ciudad donde había nacido que era menos suya desde que perdió a sus padres. Eran más suyos los presentes de los coches que circulaban por la autopista, cargada de anhelos y de despedidas dibujando trayectorias sinuosas en ese insensato recorrido de carretera del norte.
     Damián comprobaba el funcionamiento de los teléfonos, apostados en cada tramo, retiraba con mimo la nieve para que no fuesen invisibles, esos teléfonos de socorro que como él anhelaban llamadas de amor.
 
 
 
 
 

3 comentarios:

  1. Es un relato precioso Ana Belén. Ya soy fan de tu Damián porque desprende sensibilidad y poesía. No debería haber nadie así que no recibiera esas llamadas que anhelan, nadie.
    Un beso,
    Sandra.

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    1. Yo también le he cogido cariño, llevo ya unos meses dándole vueltas a ese personaje, le imaginé en uno de los viajes a León, y parece que le estoy viendo. Gracias Sandra, por leerme, por comentar y por ser fan de Damián...

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    2. No te desprenda de él, a mí me parece un personaje muy muy bueno.
      Besos!

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